
Tengo un serio problema con los telemarketers de hoy en día y para colmo de males, he tenido a lo largo de estos últimos años, demasiado contacto con ellos por culpa de la conexión a Internet, la línea telefónica, la señal de cable, los teléfonos móviles y hasta por la empresa proveedora de agua de la provincia.
Podría afirmar que soy una experta en el trato despectivo que suelen brindar estos energúmenos a quienes nos vemos en la obligación de llamarlos, aunque el maldito mensaje de bienvenida te salude alertándote que “esta comunicación está siendo grabada para su mejor atención”
¿A esos chiquilines no los alertan? ¿Es cierto que graban mi conversación? Si es así, todavía no entiendo por qué ningún superior haya decidido hacer algo con esos jovencitos inescrupulosos que creen que dispongo del tiempo del mundo para mantener una tertulia con ellos.
Realmente marcar esos 0800 es una de las cosas que más detesto en el mundo, no sólo por la cantidad de minutos que me hacen perder a diario, sino más que nada por el tono exagerado que utilizan cuando estás por cortar envenenada y ellos agradecen tu llamado, ¡Mentira! Están rogando que no los llamemos nunca más.
Otra costumbre que detesto de estos trabajadores, es que por las dudas y antes que les hayas compartido tu inconveniente, te responden que “no va a ser posible”. Permítanme preguntar ¿Para qué disponen de un puñado de jóvenes inexperimentados atendiendo al cliente, si el cliente que los llama nunca tiene la razón? ¿Acaso no era la inversa, una de las más importantes leyes del Marketing? ¿Cuál es el objetivo de adquirir computadoras, equipos y centrales telefónicas para hacerle creer al cliente que tendrá una respuesta, si la mayoría de las veces no las tiene?
Ni hablar de lo que sucede cuando en medio de la puteada, esgrimís una frase que creíste matadora para ganarle a aquellos desalmados telemarketers y los muy irrespetuosos toman tu comentario como puntapié para derivarte a otro sector… ¡Imposible! Te dejan horas colgada al “ta ra ra ra ra ra ran, ra ra ra ran…” para después volver a saludarte y preguntarte “¿En qué puedo ayudarlo?” ¡Evidentemente en nada!
Odio también las ciento cincuenta veces por minuto en las que te agradecen por haber aguardado en línea y en las que te piden disculpas por la demora, preferiría que utilizaran ese mismo tiempo en solucionar la conexión a Internet, que hace días que está caída junto con mi vida social y laboral.
Y Ojo con que te atienda el “nuevo”, ese al que se le quemaron los libros y cansado de escucharte rezongar, sumado a que no sabe qué hacer porque entró hace dos días, te corta el teléfono sin vueltas y vos sin saberlo te quedaste monologando durante cinco minutos para luego descubrir que la línea está muda porque del otro lado colgaron sin siquiera notificarte que lo harían. ¡Qué vergüenza!
No conozco todavía una sola empresa que esté trabajando con ese personal, salvo que en la descripción de su tarea esté detallado el temita este de “Nunca dar respuestas satisfactorias al cliente”.
Si hago un poco de memoria, podría pensar en un recurso que en algún momento me resultó, pero que ya es historia del pasado: pedir por un supervisor. Evidentemente descubrieron que iban a necesitar más supervisores que telefonistas por lo que ahora, cada vez que pedís por uno de ellos, siempre está ocupado.
La mejor de todas me la hizo un tal Tobías (de la empresa de telefonía móvil), cuando le dije que si no me daba una solución daba de baja automáticamente el servicio (haciéndome un poco la mala para asustarlo) a lo que me respondió sin dudarlo -Ok, comencemos entonces el proceso de baja-. Por supuesto que en ese momento la que colgó el teléfono sin avisar fui yo, porque si bien el servicio era una porquería, perder el número para luego comprar otra línea nueva es una tarea demasiado engorrosa, así es que decidí cortar la conversación y practicar el arte de la paciencia con la empresa en cuestión.
Lo más complicado de todo esto es que, lejos de desaparecer, esta plaga de los telemarketers está expandiéndose ilimitadamente y resulta que ahora no solo tengo que protestar con los que me atienden irrespetuosamente, sino que también tengo que hacerlo con las maquinitas estas que te llaman cada dos horas, con mensajes pregrabados para ofrecerte el auto de tus sueños, las vacaciones ideales, el seguro de tu hogar y mil productos mas… ¿Habrá alguien que se siente a escuchar la oferta?
Definitivamente el problema que tengo con estos chicos es serio y lo que es peor aun, no logro que se revierta y mucho menos que me solucionen lo pedido.
Tendré que acostumbrarme o comenzar a pensar en vivir sin teléfonos móviles, Internet por banda ancha, cable, luz, gas, agua, etc. para lo cual debería analizar la posibilidad de emigrar al campo y vivir de lo cultivado. Algo que por el momento no haré, por lo que comenzaré a aceptar esta nueva plaga de telemarketes pregrabados que te acosa permanentemente y que ni siquiera te da el espacio, como los otros, para hacer catarsis de vez en cuando.
Por Julieta Gáname