NOS NECESITAMOS MUTUAMENTE...

Es una de las personas a las que más aprecio en mi vida, no puedo negarlo. Tanto es así que debo confiarles que, entre él y yo, se ha creado un lazo invencible al paso del tiempo.
Él me necesita, por supuesto, pero yo a él mucho más de lo que se imaginan.
No puedo quejarme porque está en cada detalle, conoce a la perfección mis horarios, cada uno de mis humores, sabe de memoria mis gustos y hasta me ha alentado en momentos difíciles.
Podría decirse que el vínculo que hemos generado a lo largo de este tiempo es real y sincero, tanto que perdí todo tipo de pudores con él llegando incluso, al punto de abrirle la puerta enfundada en mi peor pijama y toda pegoteada por una mascarilla exfoliante de color violeta que estaba experimentando.
No tenemos secretos, religiosamente me visita una vez por día y yo, aunque haya sido una jornada complicada lo recibo con la mejor sonrisa posible.
La realidad es que él me entiende y sabe perfectamente que me niego rotunda y deliberadamente a bajar la retaguardia ante quienes insisten en mi obligación “moral” de llevar adelante las tareas culinarias, algo que a él, el chico del delivery, le conviene para poder terminar el año con utilidades.
Con este agradable muchacho repartidor nos vemos diariamente, porque de lo contrario, dejaría de alimentarme como corresponde.
El ritual entre ambos se repite sin alteraciones: lo llamo, me saluda cordialmente, le pregunto el menú del día, me recomienda algún plato nuevo, le confirmo el pedido y en 15 minutos (ni más ni menos) se hace presente en mi hogar con la comida lista para ser devorada por quien suscribe.
No podría afirmar con exactitud si los astros habrán echo su parte, si en la genética estará definido, o si solo fue obra del destino y sus volteretas retorcidas, pero lo cierto es que jamás permitiré que me obliguen a hervir huevos, pelar papas, rallar zanahorias, cocinar un pedazo de carne, hervir fideos, y todo lo que se le parezca, porque para eso está él en su fantástica cocina adaptada.
No hay vuelta que darle, me declaro en guerra con todo lo que tenga que ver con cocciones, mezclas y elaboración casera.
Y ojo, no crean que es sólo una cuestión de caprichos y rebeldías, la experiencia está de mi lado ya que la única vez que decidí hervir una calabaza, terminé incendiando la olla y pidiendo comida por delivery. Fue ese el comienzo de nuestra hermosa relación comercial.
Está de más decir que a esta experiencia “calabazística” la decodifiqué como un mensaje rotundo y directo: No servís para la cocina, cuanto más alejada estés del horno, mejor para la humanidad.
Desde aquel día como imaginarán, comencé a experimentar las bondades de la comida por kilo y el placentero rugir de la moto del repartidor en la puerta de casa confirmando su llegada.
Tanto afecto sentimos el uno por el otro que ya casi nos volvimos como de la familia porque, de tanto visitarme, conoce más de mi persona que mi propia madre, soy su mejor clienta y él mi mejor cocinero.
Me salva en momentos críticos, si le pido por ejemplo que “parezca casero” porque tengo alguna cita en casa, se encarga en persona de darle un toque femenino al plato y de tanto comprarle, decidió brindarme un servicio personalizado llegando a organizarme las comidas diarias bajo el rigor de una dieta balanceada con todos los nutrientes necesarios.
Pero eso no es todo, hasta promociones me ofrece, generalmente a fin de mes cuando imagina mi billetera vacía, y en una oportunidad que no solicité sus servicios llegó a marcar mi número para saber si “todo estaba en orden” a lo que respondí que el problema radicaba en que, como era día 31 en el calendario, no podía costear una cena ese día ¿Conclusión? Gracias a ese llamado, tengo mi propia cuenta corriente en su local de comidas.
Debo admitir que él está salvando mi vida y yo, sin lugar a dudas, su bolsillo porque por lejos soy la mejor clienta que tiene, llegando incluso a recomendarlo por su gentil comportamiento.
Existe un lazo entre él y yo que, sin exagerar, jamás podrá romperse porque en definitiva si dejo de llamarlo, automáticamente dejaré de alimentarme y él, de seguro, tendrá que cerrar su local de comida por kilo para dedicarse por ejemplo, a la tarjetería española. ¡Es un hecho!

3 comentarios:

mica dijo...

jajajajajajajajaja yo tb tengo ese tipo de relaciones con los deliverys y ya no podemos volver atras!!! un aplauso para las que no queremos cocinar NUNCA MÁS!!! salu2! Mica

Jacqueline dijo...

Quien diga que no se sintio identificada miente o es tan de otra epoca que no conoce el significado de la palabra delivery!!!!
Un aplauso para vos y para nuestros "amantes" gastronomicos!!!!

Sergio Reina dijo...

Jua, Jua,Jua muy bueno lo de vuestro blog, me lo apunto para el concurso, y para recomendar.

Saludos

Como para encontrarle la vuelta al mundial!!! (se hace lo que se puede chicas!!!)