AL ABORDAJE MASCULINO

Si quisiéramos, podríamos crear una lista exhaustiva recurriendo a nuestra memoria inquieta y entonces llenaríamos hojas enteras con las peores frases escuchadas.
Sí señoras, la lista es infinita pero, mal que nos pese, tenemos la obligación moral de poner en evidencia, aunque más no sea, los dos peores tipos de abordajes masculinos.
Dos enunciaciones que lejos de sorprendernos y alentarnos, han hecho añicos nuestra esperanza de volver acompañadas esa noche.
Dos declaraciones o mejor aún, dos interrogantes que han andado impunemente por nuestra generación y de boca en boca por hombres desinformados que creyeron, erróneamente, que estaban siendo creativos.
¡No Señor! Ni una pizca de creatividad escondida entre esas palabras, nada, absolutamente nada de sorpresa o buen gusto.
Es que parece que en el acto de “festejar” a una señorita en un boliche sólo dos premisas valen: la astrología y la frecuencia con la que la mujer en cuestión visita el lugar.
Así como escuchan (leen) el sexo masculino ha ponderado, en detrimento de frases creativas y enriquecedoras para el espíritu, dos enunciados por demás básicos, aburridos y desalentadores para una señorita, a saber:
v ¿De qué signo sos?
v ¿Venís siempre acá?
En mi opinión, ¡Un exceso de chatura!
Ahora bien, si consideramos que existen tantos tipos de abordajes como hombres en el planeta, deberíamos deducir que ellos son de lo más creativos para el “levante”, sin embargo y sin ánimos de ofender al lector masculino, esto se convierte en una premisa absolutamente falsa al realizar el análisis empírico pertinente.
Es que definitivamente, el “chamullo” calificado, el piropo inteligente o el abordaje creativo ha dejado de ser característica del sexo opuesto, limitándose sólo a obras en construcción y algún que otro trabajador que, mientras pasamos caminando (aunque estemos vestidas con el camisón de la abuela) se despacha con un sin fin de elogios que, aunque desagradables muchas veces, suelen ser de los más pensados y trabajados o, al menos, simpáticos.
Mientras que el hombre que tiene por contexto un lugar bailable, Pub, bar, boliche y derivados, sólo se limita a la astrología y la cantidad de veces que visitamos el lugar. Y esto mis estimadas, es un recurso de nula efectividad para comenzar una tertulia más o menos interesante y sostenible en el tiempo.
Entonces señoritas, es hora de decirle ¡BASTA! A este tipo de frases armadas, trilladas y de muy mal gusto que andan dando vuelta impunemente por la vida.
Muchachos, es importante que entiendan que no es estimulante para nosotras hablar del tipo de animal que somos en el horóscopo chino y mucho menos compartir con ustedes si somos o no habitué del lugar.
No, no y no, nos oponemos rotundamente a esta carta de presentación vulgar con la que intentan acercarse.
Entonces, mal que nos pese y debido a estas pronunciaciones desafortunadas, comenzaron a tomar fuerza las luchas de género en las que ellos afirman que ahora somos nosotras quienes los abordan, viéndose obligados a ser seres pasivos en cuanto a tema de “chamullo” se trate. ¡Pero claro! Como no ser nosotras las responsables de tamaña tarea, si cada vez más nos gustan menos las formas de acercarse que utilizan.
Ustedes señores, nos obligaron a pensar que lo ideal seria abordarlos con algún recurso novedoso, una frase diferente, un tema de conversación poco escuchado para que entonces no se vean en la obligación moral de preguntarnos bajo que ascendente nacimos.
Sin embargo, si nosotras tomamos la iniciativa (lo cual todavía está mal visto por lo que corremos en desventaja) esperamos mínimamente que la respuesta suene alentadora al punto de mantenernos interesadas en aquella charla con vísperas a un próximo encuentro.
Pero si en cambio, nuestra frase matadora, nuestro puntapié, nuestra iniciativa “descarada” se ve pisoteada por alguna respuesta poco inteligente, automáticamente y sin lástima de por medio, tacharemos a aquel potencial “amorcito” para luego girar en unos 180º aproximadamente y volver a nuestro lugar de origen sin demasiadas explicaciones.
No hay vueltas que darle, la primera impresión (luego de nuestro intento) es decisiva para los próximos, por lo menos, cinco minutos (siendo generosas).
Entonces muchachos, suplicamos, imploramos, rogamos que de una vez y para siempre estudien, pregunten, investiguen, consuman todo tipo de bibliografía especializada, asesórense, observen. Pero bajo ningún punto de vista respondan incorrectamente o, lo que es peor, enuncien la palabra “signo” “horóscopo”, “astrología” ni nada que se le parezca porque, definitivamente, volverán solos a casa y lo seguirán haciendo en reiteradas oportunidades hasta que entiendan que esperamos un recurso creativo, una chascarrillo interesante, un desafío o cualquier otro tipo de abordaje que nos invite a pasar un buen momento, pudiendo leer entre líneas que quien tenemos en frente merece una oportunidad para demostrar cuan distinto es, al resto de los mortales.
Rendida de sólo pensarlo, les deseo toda la suerte del mundo y que una vez más, a nosotras nos sea leve…

Por Julieta Gáname

LOS CHICOS Y EL KILO DE HELADO

Mirándome como niño con juguete nuevo me dijo que a las 6 tenía partido con “los chicos”. ¿Cuándo? Ese domingo que habíamos decidido pasarla juntos. Yo sin sospechar que sucedería algo semejante, había visitado la depiladora, humectado mi piel con esa nueva cremita de catálogo y había elegido el atuendo más estratégicamente desarreglado pero el de mejor calce.
Teníamos todo ese domingo para nosotros, habíamos decidido ir al cine y comer afuera. Todo iba perfecto hasta que “los chicos”, esos que lo incitan al desastre cada vez que salen, esos que lo llaman “dominado”, esos que insisten en que yo sólo quiero casarlo, llamaron. Bastó ese único RING para que él tirara todo el programa dominguero a la basura. ¿Qué iba a decirle? ¡Qué bueno! Mientras pensaba en lo mucho que atacaría el kilo de helado comprado y lo demasiado que maldeciría a “los chicos” y todo lo que ellos pueden hacer con mis domingos.

Por Julieta Gáname (Texto publicado en el suplemento "Mujeres al día" del diario Día a Día - Sábado 5 de Septiembre de 2009)

DIME QUÉ CALZA Y TE DIRÉ QUÉ TIPO DE HOMBRE TIENES AL LADO

Se me ha vuelto una costumbre que alguna vez, una amiga, compartió conmigo y hoy me resulta un método infalible para anticiparme al desastre.
No se bien por qué ella comenzó con esta rutina pero, al parecer, da buenos resultados o por lo menos se vuelve un buen filtro previsor de hombres.
Ella me lo dijo sin vueltas -Lo primero que tenés que mirarle a un hombre, son los zapatos, así de simple. Eso te ayudará a saber de antemano que tipo de muchacho tenés enfrente, probalo-
Así fue que comencé a practicar su sugerencia, volviéndome una experta en el tema del calzado masculino:


1. Zapatillas gastadas, con signos visibles de suciedad
Esta categoría de calzado, habla de ese espécimen dejado y abandonado de sí mismo que muchas veces peca de “hippie” pero que en realidad sólo es derroche de desfachatez. Anda por la vida despreocupado y generalmente recurre a algún tipo de sustancia para inspirarse. Suele gustarle el arte minimalista y casi nunca se baña. Su departamento es un rejunte de artefactos y muebles que rara vez funcionan. No higieniza frecuentemente su ropa y su perfume ha pasado a ser una mezcla inexacta de olor a comida y desodorante económico. Suele ser sincero y despreocupado y al momento de darte una opinión tardará horas en hacerlo porque a todo le buscará la vuelta.
Frecuentemente, este tipo de hombre confiesa que espera la mujer ideal pero, cuando ésta llega a su vida, se dedica a olvidarla en fiestas, no contesta sus llamados y diariamente le recuerda lo mucho que ama su libertad. Es incomprensible.

2. Zapatillas estrambóticas (Casi siempre de color naranja fluor)
Se siente importante y dice que goza del beneficio del “buen gusto” aunque al descubrir su calzado, correrás riesgo de sufrir arcadas.
Considera que su inteligencia es su mayor virtud, pero como en el fondo no está seguro de aquello, hace todo lo posible para demostrarlo, confirmándote que de inteligente no tienen mucho.
Le encanta llamar la atención y para eso se vuelve el más “fiestero” de la reunión, llegando incluso a bailar desaforadamente frente tuyo generándote un exceso de vergüenza ajena que, hasta el momento, no habías experimentado con otra persona.
Suele confesarte que aun no ha llegado el momento para comprometerse pero que estar con vos le hace bien y te necesita, algo que a simple viste parece contradictorio porque ésta, también es una de sus características.
Generalmente sus amigos son igual de ególatras que este muchacho y caminan por la vida seguros de lo que son y lo que serán, aunque en su mayoría se dediquen a acomodarse en la empresa familiar para “colaborar con el padre”.
Dice tener memoria para la historia, pero después de pasar horas contándole la tuya, descubrirás que no retuvo ni siquiera el nombre de tu madre.
Es meticuloso con todo lo que hagas y lo que pretenderás que él deje de hacer por vos, si es que en alguna oportunidad hace algo semejante. Se pasará la vida confundiéndote, al punto de obligarte a abandonarlo aunque hayas creído que era el amor de tu vida. Luego de dos meses, accidentalmente te enterarás que vive en pareja y que por obra del espíritu santo se volvió gente normal. (Ojo, esto es sólo en apariencia)
3. Zapatotillas (porque son zapatillas pero parecen zapatos)
Su sueño será ser, algún día, un empresario exitoso. Pero, como por el momento trabaja en relación de dependencia, sería ridículo vestirse como tal.
Le gusta crear e innovar, aunque siempre acate las reglas del vestir. Es cariñoso y afectivo pero, a la segunda de cambio, te abandona en pos de su bienestar.
Hace yoga y medita aunque no entiende bien por qué lo hace. Le gusta el lado “emocional” de la vida, pero no sabe comprender tu cambio de humor cuando “te viene”.
Dice ser familiero aunque en el fondo mataría a su madre si pudiera. Pasa horas jugando a la Play con sus amigos y aunque se autoproclame loco por el fútbol, le atrae más un buen asado con alcohol incluido.
Suele tener una amplia variedad de ex novias, con las que insiste en mantener una buena relación amistosa, sin embargo con solo verlas, se volverá perrito faldero al ataque. ¡Tené cuidado!
No necesita grandes lujos para vivir pero está planeando en todo lo que adquirirá cuando tenga dinero.
No te pregunta qué hacer, pero sí cómo hacerlo, lo que en resumidas cuantas es más o menos lo mismo.
Luego de unos años de relación, comenzará a ser un peso y te volverás más madre que novia, asumilo. Lo importante es que siempre intentará respetarte porque en el fondo es una buena persona.

4. Zapatillas o Zapatos clásicos (más bien aburridos)
Esensible hasta el extremo y si lográs que se enamore de vos, tendrás a tu lado al ser más maravilloso del mundo, pero como dije, enamorarlo no será tarea fácil, tendrás que comenzar a practicar el arte de la paciencia con él.
Es perfeccionista y por lo general elige carreras poco tradicionales. Es transparente y sincero, pero siempre sonreirá aunque desee estar gritando de bronca.
Es seguro de sí mismo, pero te celará como nadie lo haya hecho jamás y por lo tanto te exigirá que pases más tiempo con él. Es responsable y divertido, llegando incluso a parecerse a un niño en determinadas situaciones.
Le gusta estar cómodo y siempre está pensando en el próximo presente para darte. Quiere tener un hijo pero sabe que no ha llegado el momento, por lo tanto intentará pasar el mayor tiempo posible con sobrinos y cualquier otro niño que se cruce por el camino.
Es ambicioso y cauto, por eso siempre tiene un proyecto guardado bajo siete llaves. Admite que querría vivir en concubinato, pero lo cierto es que no sabe como hacer para convencerte del casamiento previo, porque siempre será bastante más clásico de lo que te gustaría.

5. Zapatillas, zapatos impecables (parecen recién comprados)
Ojo con esta clase de espécimen porque lejos de ser pulcro, es extremadamente meticuloso, a escasos minutos de convertirse en metro sexual.
Este hombre es perfeccionista hasta el cansancio y detesta el desorden. Cada vez que se muda, imprime etiquetas en distintos colores y las numera para corresponderlas con la lista de bultos que tendrá que trasladar.
Le encanta invitar amigos a su casa pero si los invitados intentan irrumpir en el orden establecido, se volverá cinturón negro de karate para defender su territorio.
Sabe donde dejó cada cosa y su última adquisición fue una alfombrita para que limpies tus zapatos antes de entrar a su “templo sagrado”. Gasta una importante cantidad de dinero en cuadros y ornamentos para su hogar, por eso todo lo que veas allí estará minuciosamente combinado. Otra de sus debilidades son los libros, en su casa encontrarás miles pero no conseguirás que te explique el argumento de ninguno porque jamás los leerá.
Limpia, ordena, enumera, prescribe, decreta, establece: esas son sus actividades favoritas. Y aunque a veces dudes de su sexualidad, es bien machito, te lo aseguro.
No suele salirse de los parámetros preestablecidos, por lo que detestará las sorpresas y cualquier regalo que no sea una billetera de carpincho, un cinturón marrón, una remera cuello polo y el único perfume importado que le gusta.
Se la tira de clásico pero en verdad es un maniático peligroso. No disfruta de un picnic a la luz de la luna o de hacer el amor en la playa, por el contrario estirará la cama antes de acostarse y no permitirá que nadie pise el cubrecama mantenido con ahínco.
Nunca encontrarás platos para lavar y luego de una cena, cuando te ofrezcas para hacerlo, te dirá que no es necesario. Esto se debe a que duda de tu capacidad de limpieza y desea seguir siendo él, el responsable de tal hazaña.

6. Zapatos o zapatillas estándar (de los que se ven por todos lados)
Este muchacho suele ser muy “buena gente” pero si los hacés enojar serás víctima de la tercera guerra mundial. Se autodefine como simple y lo es, pero intentará copiar tu necesidad de innovar permanentemente.
Te querrá demasiado y hará todo lo que esté a su alcance para que seas feliz. No pretende demasiadas cosas, aunque cada vez que sueña en voz alta, demuestra lo mucho que le gustaría llegar ser en la vida.
Respeta tus momentos al pie de la letra, pero como no hace nada sin consultarte te llamará cada 6 segundos para saber si compra tal o cual cosa.
Lentamente te volverás madre, aunque en cada discusión tratarás de hacérselo saber creyendo que podrás cambiarlo en algún descuido.
Se olvida de lo que debe hacer, pero escribe recordatorios por todos los rincones de la casa, llegando incluso a hacerlo en aquel trabajo que tenés que entregar a primera hora del lunes. ¡Cuidado!
Es familiero pero detestará a sus suegros porque nada será como su familia de origen.
Le gusta compartir tiempo con sus amigos aunque dejará de hacerlo si vos se lo pedís.
Suele ser difícil de conseguir pero más difícil de cambiar, aunque estará esperando que le des el secreto para ser mejor para vos, todos los días.
......
La lista podría llegar a tener cientos de hojas, pero en resumidas cuentas estos fueron los más comunes...bien lo sabrás!
Y una vez más: dime que calza y te diré que tipo de hombres tienes al lado, por lo tanto, cualquier similitud con la realidad no será pura coincidencia sino más bien una regla que difícilmente fallará. Por lo tanto, por el bienestar de todas nuestras congéneres, favor de difundir. Se agradecerá, alguna vez, en demasía.
Por Julieta Gáname

UNA BUENA "CATARSIS" SEMANAL

Comienza la charla y a la vez la debacle, voces que vienen de todos lados con temáticas diferentes: lo perdidamente enamorada que estamos de la última adquisición masculina, lo diosa que es y por lo tanto, lo mucho que detestamos a la nueva secretaria, lo gorda que está esa compañera del colegio que hace años no veíamos, la receta milagrosa para bajar 8 kilos en 3 días, el escaso sexo que tenemos desde que nació nuestro primer hijo, lo mucho que seguimos sufriendo por aquel muchacho que parecía ideal y por supuesto, lo muy jodida que sigue siendo nuestra maldita suegra. Para el cierre, volvemos al pasado y entonces el recuerdo de “cuando éramos jóvenes” con las recomendaciones pertinentes de cremas, bálsamos y todo lo que se haya descubierto para combatir el paso del tiempo. Un buen parte diario de nuestras vidas, la sensación que hablamos por los codos y una nueva promesa de juntarnos próximamente. Ya en casa me pregunto ¿Podría subsistir en este mundo sin esa catarsis semanal? ¡Imposible! En eso sí que somos buenas las mujeres.

Por Julieta Gáname (Texto publicado en el suplemento "Mujeres al día" del diario Día a Día - Sábado 29 de Agosto de 2009)

ADÁN SIEMPRE LA PASÓ MEJOR

Ser hombre es una tarea bastante más sencilla para un ser humano cualquiera, aunque todavía haya quienes alaben las “bondades” de la femineidad.
Desde niñas somos esclavas de los mandatos de género y sin entender bien por qué sólo aprendimos a jugar con cocinitas miniatura y Barbies perfectas, nos regalaron planchas de juguetes, bebotes regordetes y cochecitos color rosa chicle, aprendemos a lavarles la cola a nuestros hijos de plástico, a ponernos el delantal y, de vez en cuando, invitamos a algún adulto a tomar el té en la minúscula mesita que nos regalaron para nuestro último cumpleaños (también de color rosa chicle).
Con sólo 11 o 12 años comenzamos a padecer “dolores menstruales”, sobretodo cuando el grupo de amigos decide ir a la pileta de turno porque el servicio meteorológico acusa 36 grados centígrados a la sombra. ¡Demasiada exposición femenina a tan corta edad!.
De adolescentes, nuestros cuerpos se hacen un festín hormonal y nosotras sólo intentamos sobrellevar airosas esa etapa conflictiva, mientras que los muchachitos sólo se limitan a jugar picaditos en cuanto descampado encuentren.
En cuanto comenzamos a salir por las noches, descubrimos un nuevo inconveniente femenino: el baño de mujeres, digamos que en esta situación cotidiana y al parecer sencilla, una mujer sufre minuto a minuto aquella visita al toilettes mientras que el hombre sólo deberá limitarse a llegar hasta el baño en cuestión, bajar su bragueta, hacer sus necesidades, cerrar nuevamente su bragueta y volver al lugar (porque rara vez invierten tiempo en limpiar sus manos) cinco sencillos y prácticos pasos en los que invertirá en promedio, 15 minutos siendo generosas.
Nosotras en cambio, antes de partir invitamos a alguna de nuestras amigas para padecer juntas ese momento, llegamos, hacemos cola (porque por cada hombre en el baño masculino hay 15 mujeres en el nuestro) y hasta que llega nuestro turno intentamos mejorar nuestro aspecto frente al espejo cientos de veces.
Cuando por fin estamos primeras ingresamos y comenzamos a practicar una serie de malabares que jamás supimos que seríamos capaces de hacer, con el único objetivo de no tocar ninguno de aquellos asquerosos azulejos.
Con un pie levantamos la tabla porque indefectiblemente estará sucia, con el otro sostenemos el pantalón para que no roce el piso, con un dedo (nunca con la mano entera porque nos da asco) sostenemos la puerta y con otro de esos dedos intentamos mantener el equilibrio, en un intento desmedido por no salir de aquel minúsculo recinto con alguna enfermedad incurable, mientras que nuestra pobre amiga se dispone a sostenernos el abrigo, la cartera y vigilar que nadie intente entrar en el cubículo. (Y pensar que el chascarrillo habitual se basa en la necesidad de ir juntas al baño, ¡Qué ingratos!)
Una vez afuera, tenemos que volver a retocar el maquillaje corrido por tanto esfuerzo, no sin antes habernos “desinfectado” las manos sólo con agua, porque jamás encontramos jabón, para luego secarnos al viento, porque tampoco encontramos toallitas de papel. Para ese momento, ya pasaron unos 35 minutos desde que comenzamos con la osadía.
Rendidas volvemos a donde estábamos, deseando no tener la necesidad de volver a aquel desafiante baño de mujeres. Un poroto más para ellos, por supuesto.
Otro momento tortuoso en nuestras vidas es cada vez que nuestros nombres aparecen entre la lista de invitados del casamiento de turno.
Para poder asistir al evento, invariablemente invertiremos una semana entera en recorrer los comercios adecuados en la búsqueda desesperada de un buen vestido y unos buenos zapatos que sigan el tono, para luego dedicar otro tiempo considerable en los accesorios indicados.
Cuando por fin el equipo estará listo, reservaremos turno en la peluquería, en la que terminaremos haciéndonos también las uñas y el maquillaje correspondiente.
Una vez en casa, demoraremos aproximadamente hora y media en estar listas, mientras que ellos sólo demorarán 15 minutos en los que escogerán la vestimenta, limpiarán sus zapatos, se perfumarán y se encargarán de anunciarnos la partida. Demasiado despliegue cada vez que tenemos un compromiso importante.
Como si todo esto fuera poco también sufrimos ese dolor agudo del que somos víctimas por lo menos, cada 15 días: La depilación femenina.
Ellos en 5 minutos y con una hermosa y práctica maquinita de afeitar vuelven a ser lampiños, mientras que nosotras tenemos que disponer de dos horas, como mínimo, para suavizar piernas y muslos, limpiar el rostro de cualquier bellito indeseable, preparar las axilas para el verano y como si todo esto fuera poco, dejar listo el cavado para la próxima bikini. Así enunciado parece sencillo, de no ser por las dos veces al mes que tenemos que repetirlo sin ninguna variante y bajo pena de muerte. ¡Un exceso!
Ni hablar del dolor que, una vez más, sufrimos mensualmente. Aquel dolor que nos confirma que, aparentemente durante esos veintitantos días anteriores, hicimos bien la tarea y por el momento no tendremos que elegir nombres, ni comenzar con el acopio de pañales. Gran dolor, el de ovarios, como para sufrirlo mensualmente y por supuesto, otro síntoma que ellos jamás entenderán.
Ahora sí mis queridas, un panzazo para estas cuestiones de las diferencias, máximo dolor si los hay, en el mundo femenino: el parto inminente. Un hecho sin precedentes en la vida de cualquier mujer, sin embargo, no por ese temita de la importancia deja de ser dolorosísimos para nosotras que, acostumbradas a sufrir la injusticia femenina, una vez más nos vemos en la obligación de abrir las piernitas ante un extraño, pujar con fuerzas indescriptibles y dejar salir a nuestro pequeño cachorro, que por nueve meses estuvo dando vueltas por nuestras entrañas.
¿Hemos terminado? Jamás, la lista es infinita: sufrimos de várices, padecemos estrías, luchamos con nuestras suegras mientras dure el matrimonio, cada seis meses incomodamos nuestro cuerpo frente a los ojos despectivos de nuestro ginecólogo, exponemos nuestras mamas ante cualquier tipo de rayos y exámenes, planchamos nuestro pelo y le hacemos el brushing, cuidamos nuestro rostro para que de un día para el otro no se convierta en un “mapa económico”, libramos una guerra sin fin contra nuestras hormonas, damos de mamar, usamos tacos de 10 centímetros, vamos a reuniones de padres mensualmente, cuidamos anginas y fiebres y somos las únicas responsables de despertarnos de madrugada cada vez que el bebé llore por las noches y como si todo esto fuera poco, para entender lo difícil que es ser mujer, además tenemos que criar esos niñitos que en los próximos 18 años comenzarán a decirle a sus mujeres, los “histéricas” que son, lo mucho que hablan por teléfono y lo insoportables que se vuelve cuando “les viene”.
A ciencia cierta, pequeño desafío el que tenemos por delante. Sólo una alegría, la de escuchar, por algún rincón, que nuestras milanesas siguen siendo mejores que las de cualquier nuerita de turno. ¡Algún punto a favor teníamos que tener después de todo!

Por Julieta Gáname

Como para encontrarle la vuelta al mundial!!! (se hace lo que se puede chicas!!!)