De competencias y otras yerbas!

Permanentemente competimos. Quien gana más dinero y tiene más independencia, quien consigue indiscutiblemente el monopolio del control remoto, quien se gana más fácilmente el amor del hijo/sobrino.
Competimos por quien de los dos es más respetado por nuestro perro, quien cocina más rico o hace las mejores tostadas para el desayuno, cual de los dos es más sociable en una reunión de amigos y cual más simpático.
Sin quererlo competimos. Cuando llegan las vacaciones, lo hacemos para ver quien tiene las de ganar con el destino elegido o para ver cual de los dos es el que más duerme de corrido o se broncea más en la playa.
Día a día, sin quererlo (y a veces queriéndolo del todo) competimos.
Por banalidades y también, por cuestiones relevantes. Por simple orgullo o sabiduría, por ganas de competir y llevarse el triunfo a la cama, por lo que sea.
Nos amamos, sí, pero somos dos seres humanos y, como todos, competimos por propia naturaleza, subsistencia, permanencia o lo que sea, pero competimos. Y sabemos qué cartas jugar en determinados momentos, porque nos conocemos profundamente.
Nos amamos, insisto, pero competimos permanentemente por quien de los dos ama más al otro, ¡Hasta por eso competimos!
Sin embargo, según estudios de la Universidad de Harvard y lo que es mejor, según el “boca en boca” de amigos y conocidos, ellos compiten más y mejor.
Nosotras, antes de hacerlo, preferimos priorizar la estabilidad emocional, algo que ellos desconocen en un ciento por ciento. Priorizamos el bienestar de nuestros hijos, algo que aunque ellos también prioricen, prefieren dejar en nuestras manos. Priorizamos la limpieza del hogar y la “calidad de vida”, algo que nuevamente, ellos no saben que existe… ni una cosa, ni la otra.
Así es que en cuestiones competitivas, en situaciones en las que alguno de los dos tiene que ser el “triunfador”, nosotras damos un paso al costado y cedemos ante el contrincante sin demasiadas vueltas. (salvo que todo lo anterior está “cubierto”…casi imposible!)
Queremos ganar, claro, pero no a cualquier precio, primero tenemos que tener la casa en orden, la comida lista, la tarea de los chicos terminada, la ropa para el otro día, las obligaciones laborales cumplidas, el buen vínculo con la familia política y la otra, la “calidad de vida” y algunos etcéteras más, para luego ponernos a pensar en la competencia del momento y las debilidades del adversario.
Así que señores, por mucho que nos critiquen, en esta cuestiones “competitivas” somos más “sanas” que ustedes salvo en un detalle, la inversión del aguinaldo en renovar nuestro guardarropas, eso sí que no se discute, ni se pone en la “agenda competitiva” porque definitivamente, nosotras gastamos más, mucho más y además, lo hacemos mejor. Está claro, ¿no?

Por Julieta Gáname (Texto publicado en el suplemento "Mujeres al día" del diario Día a Día - Septiembre 2010)

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Como para encontrarle la vuelta al mundial!!! (se hace lo que se puede chicas!!!)