ODIO DECLARADO 3: LOS METROSEXUALES.

Definitivamente tengo un serio problema con esta nueva clase de hombres que viven preocupados por su estética.
Está muy bien que quieran cuidarse, porque los dejados que se la tiran de bohemios aunque en realidad padezcan una extraña fobia al aseo personal son desagradables, pero de ahí a gastar más plata que yo en cremas de catálogo antiedad y humectantes varios, es demasiado.
Tengo que confesar que durante toda mi vida intenté ser una mujer de mente abierta y mucho criterio para la toma de decisiones, pero aunque intente, no puedo aceptar esta nueva tendencia y me niego rotunda y deliberadamente a esta clase de hombres.
Ayer, sin ir más lejos, viví una situación espantosa que terminó por formar mi decisión al respecto y que, por supuesto, definió una vez más mi estado civil.
Acabábamos de amanecer y mientras que yo intentaba acurrucarme unos segundos más a su lado, mi última adquisición masculina saltaba de la cama para encerrase en el baño por aproximadamente 40 minutos.
¿Cuarenta minutos? Así es, al parecer, practica desde hace un tiempo una rutina sistemática que lleva a cabo los 365 día del año sin excepción: Primero lava sus manos con excesiva cantidad de jabón líquido, para luego aplicar en su rostro una costosísima crema de limpieza profunda que incluye exfoliación facial. Acto seguido y luego de quitarse toda la crema, se aplica una loción astringente para pieles sensibles, porque la máquina de afeitar le provoca irritación, a lo que le adosa un humectante antiedad con protección solar para el día y una máscara para el contorno de ojos, terminando aparentemente su ritual, con un spray de agua termal traído de no se qué lugar del planeta.
Atónita, no pude dejar de mirar lo que estaba haciendo con su rostro. Él, sin inmutarse, continuó su tarea buscando entre mis maquillajes el corrector de ojeras adecuado para su color de piel, para evitar posibles signos de cansancio en su mirada. ¡¡¡Demasiado!!!
¿Dónde quedó el hombre que nos apuraba cada vez que teníamos que salir, porque le molestaba el tiempo invertido en “producciones banales”? ¿A dónde se fue el macho latino que nos conquistaba con una intrépida barba de dos días? ¿Y el que nos criticaba por la cantidad de dinero malgastado en cremas y lociones de catálogo?
Insisto, acepto al hombre interesado en su cuidado personal, que no ande por la vida desalineado, pero de ninguna manera aceptaré al enloquecido maniático que disponga de cuarenta minutos diarios para mantener su cutis cuidado y sin imperfecciones, ni signos de mal dormir.
Definitivamente creo que esta nueva versión masculina, en primera medida, nos llevará a pérdidas económicas catastróficas, porque hasta el momento éramos sólo nosotras las que gastábamos el aguinaldo entero en cremas milagrosas pero ahora resulta que, gracias a ellos, el gasto se verá multiplicado.
Ni hablar de las luchas cotidianas por ocupar primero el baño con sus respectivos cuarenta minutos de demora. Y mucho peor si consideramos que no sólo nosotras invertiremos horas en producirnos antes de un evento, ahora ellos también lo harán y con extremo detalle.
Ese papel lo jugábamos las mujeres y lo hacíamos bien, aun no estoy preparada para ceder mis bálsamos y ungüentos contra el paso del tiempo. No quiero pelear por las cremas rejuvenecedoras, ni mirar juntos un catálogo y coincidir en el tipo de cosmético.
Quiero que él siga viviendo a cara lavada y yo, llena de “revoque”.
Quiero ser yo quien pague la maquilladora para mi casamiento, sintiéndome protagonista del momento, mitad modelo de revista y mitad diva.
Quiero que mis productos de belleza sigan siendo míos, sin tener que compartirlos con mi hombrecito de turno.
Y definitivamente quiero que en su rostro siga existiendo la barba de dos días y las marcas del paso del tiempo. Quiero un hombre fuerte, bien “macho latino” que sepa cuidarme y protegerme sin estar pensando en que olvidó encargar la última loción del mercado que promete efecto lifting.
No hay vueltas que darle, me niego rotundamente a este nuevo espécimen masculino que no sólo atenta contra nuestro bolsillo, sino y lo que es peor, contra nuestra femineidad y todo lo que podemos llegar a hacer con ella.
Como se imaginarán aquel amorcito terminó con su limpieza facial y automáticamente fue invitado a retirarse de mi casa para siempre y ahora ando nuevamente en la búsqueda de un hombre. Claro que lo primero que buscaré en este nuevo amor será su barba incipiente, la existencia de sus patas de gallo y algún que otro indicio para identificar a mi próximo “macho latino” que deteste exageradamente a estos nuevos metros sexuales.

Por Julieta Gáname (Texto publicado en el suplemento "Mujeres al día" del diario Día a Día - Septiembre 2010)

1 comentario:

los metrosexuales dijo...

Sin duda la mayoria de mis amigos son metrosexuales.

Como para encontrarle la vuelta al mundial!!! (se hace lo que se puede chicas!!!)